Orando
Cada semana celebramos la Palabra o la Eucaristía en cada uno de los módulos de nuestros Centros Penitenciarios. Es para nosotros fundamental beber de la “fuente de agua viva”. Es a Dios a quien mostramos, es su amor el que nos mueve y el que (también) a través nuestra refresca, sana, consuela, sostiene y esperanza a nuestros hermanos encarcelados. Es a Dios a quien nos encontramos en cada hermano privado de libertad, sin que ello nos impida, sino todo lo contrario, nos impulse a acoger, entender y contemplar en todo su realismo el nombre y la historia de cada rostro sufriente o en paz. Muchas veces nos sobrecoge. Personalmente, recibimos más que damos, aunque “¡ay de mi si no evangelizo!” (1 Cor 9, 16).
No entramos allí para nosotros, sino para ellos.
No estamos allí en nuestro nombre, sino en el de Dios.
Somos nosotros los que entramos y salimos,
pero es Dios quien ya nos espera dentro;
porque Él siempre está muy cerca
de los que cumplen en cada Centro.
Es una experiencia humana y social… pero sobre todo es una experiencia profundamente espiritual. Ir en nombre de Dios en busca de los Cristos rotos de nuestra sociedad es una gracia que ninguno nos creemos merecer. Y desde ahí, sólo desde ese punto, alzamos nuestros ojos y nuestra voz para convertirla en una oración que ponemos directamente en las manos de Dios. Lógicamente es una oración por ellos y con ellos. Es orar desde sus cruces y esperanzas, desde sus alegrías y desconsuelos. Es una bendita “esquizofrenia” clamar a Dios con ellos y ser para ellos imagen del Dios que pone oídos a cada uno de sus lamentos.
Es salir cargado de llamadas y recados concretos; es salir con el alma cargada, con el corazón contrito y a la vez contento.
Así es como nosotros vivimos este hermoso don. Si tú quieres te puedes unir a nuestra oración a Dios… por ellos (por supuesto). Encontrarás semanalmente dos documentos que te podrás bajar. Son las celebraciones con las que oramos tanto en Málaga, como en Sevilla. También irás encontrando algunas otras cosillas que seguro te sensibilizan, conmueven o confortan.
Gracias en nombre de Dios si cada día rezas por ellos. Y por sus familias, que también cumplen aunque no estén dentro.
